Ha partido Orlando Blandón, nuestro «Gamarrón», el eterno optimista

Por Viviane Luisier y Gerald Fioretta, internacionalistas residentes en Ginebra, Suiza

El 18 de junio de 2020 ha fallecido en Matagalpa Orlando Blandón, conocido como «Gamarrón». Este 19 será enterrado al lado del compa intenacionalista suizo Ivan Leyvraz en el cementerio de Matagalpa. A Orlando le decían «Gamarrón». Era tan conocido que uno se podía montar en un taxi y decirle al taxista «Déjeme por la casa de Gamarrón».

Orlando nace en Matagalpa el 30 de mayo de 1958 con su gemelo Óscar. Su mama era muy joven y por eso son criados por su abuela. Orlando tuvo 48 hermanos y hermanos de parte de padre.

Empezó a trabajar en el campo de Matagalpa a los 10 años. Nunca logró ir a la escuela porque tenía que ganarse la vida. Participa en la insurrección de 1978 en Matagalpa y después a las luchas de los muchachos. Trabaja después en los 80 como chofer del Ministerio de la Vivienda y los Asentamientos Humanos (Minvah). Ahí conoce a Yvan y a otros internacionalistas suizos. Se queda como chofer y amigo entrañable, inseparable, de Yvan hasta  la emboscada criminal de la contrarrevolución del 28 de julio de 1986, que le arrebata a su hermano de alma y corazón.

Después de la derrota del FSLN en 1990 es uno de los fundadores del organismo no gubernamental ODESAR. Se quedó trabajando de chofer de camión en Odesar hasta su jubilación. Se casó con Damaris y tiene 2 hijas, Indiana y Daniela. Tiene también 3 hijos más grandes antes de casarse con Damaris: el más conocido es Lester.

Foto de 1985: Orlando Blandón, Gerald Fioretta e Ivan Leyvraz

Quisiéramos mencionar algunas vivencias compartidas con él, pero se nos hace difícil, porque el número de estas vivencias es inmenso y tan desordenado como era Orlando. Entonces lo vamos a mencionar a su estilo: desordenadamente.

Su inteligencia psicológica era impresionante; él conocía a fondo las mínimas debilidades de su gente, familia, colegas, compañeros y los imitaba hasta que nos moríamos de la risa,

Su placer en contemplar la humanidad era rara en una persona tan espontánea. Era capaz de platicar con un bolo de la calle escuchándolo de verdad con mucho interés, inclusive sus incoherencias.

Su capacidad de adaptación era muy selectiva. Él se adaptaba cuando le miraba algún interés a la adaptación, así que siempre fue cepillo con las enfermeras cuando fue hospitalizado mucho tiempo por haberse fracturado la pelvis. Él decía que siempre había que ser amigo con las que te iban a pinchar.

Su amor y admiración para su familia, especialmente para Damaris su esposa, ha sido enorme y reconocía que ellos y ellas eran sus caramelitos y confites, en eso incluía a Pierre, nuestro hijo nacido en Matagalpa. Y nunca dejó de preocuparse por su hermano gemelo Óscar, apareciendo en los peores momentos para darle una mano.

Antes que quedara completamente ciego, hizo que nos contara su movilización antes de 1979 como una experiencia que le había dado miedo, pero miedo de verdad, y además no le gustaba que le mandaran como si fuera niño. Ahí es donde él se presentaba como el anti-héroe y el anti-macho, él que tenía sus lados machistas. Y qué lindo como se metió en el apoyo a la gente golpeada por el Mitch, inclusive para su familia. Él fue capaz en plena lluvia de hallar ¡una cajilla de huevos cuando todo nos faltaba, pues sólo agua teníamos, y bastante!

Su inteligencia política lo hizo caminar siempre de frente con el Frente desde los años 70, hasta cuando se daba cuenta de algunos problemas. Pero no hablaba nunca mal de las fuerzas que han sacado a los pobres de la pobreza.

Su cumplimiento y dedicación a su trabajo fue especial. Durante años ha salido a las zonas más peligrosas del departamento de Matagalpa, cuando trabaja en el Minvah, buscando a cómo sacar clavos grandes y pequeños, clavos técnicos y humanos, por las zonas de Wiwilí, Pantasma, El Cuá y Bocay. Es ahí que encontró a Yvan el suizo con el cual ha pasado días y noches de jodedera, amistad y trabajo. Y para estas salidas no soportaba ningún atraso, había que salir temprano, bañado, desayunado y pilas puestas. Manejó camiones durante más de 30 años y no había cerros en Nicaragua donde no se trepara con su camión Mercedes Benz azul, cargadísimo de arena, cemento, ladrillos y otros materiales para las comunidades más pobres del territorio.

No vamos a borrar del cuadro los últimos 5 años de Orlando, cuando a él se le escapó el primer lugar que siempre había tenido en la familia, entre los internacionalistas que frecuentaba, en su trabajo y en todos los lugares por donde él pasaba. En parte por sus esfuerzos y su apoyo, las mujeres de su familia pudieron estudiar. Entonces ya no era el gran jefón de la familia.

En su trabajo, las condiciones cambiaron, o sea que la parte técnica se hizo siempre más necesaria y ya no era principalmente el coraje lo que más necesitaba Odesar, el organismo donde trabajaba. Entonces tampoco ahí pudo seguir como el rey tapudo de este organismo.

Eso es ciertamente el camino de todos y todas nosotros y nosotras: crecer, echar ramas y frutos, pues decaer y nos vamos. «Nadie es eterno en el mundo, ni teniendo un corazón que tanto siente y suspira por la vida y el amor», como dice la ranchera de Antonio Aguilar.

Pero además de perder su posición de líder y payaso conocido, reconocido y querido de casi todos y todas, Orlando terminó de perder la vista. Eso fue demasiado para él. El camino de Orlando terminó de forma muy difícil y nos dio a todos y todas, mucha tristeza.

En eso, cuando comienza la crisis de abril 2018, él ya no puede ver, no puede participar, no puede opinar. Eso aumentó sus dificultades.

Ahora nosotros y nosotras que quedamos, tenemos una gran suerte de haber conocido a Orlando, una persona realmente fuera de lo común. Y tenemos la suerte de tener cada uno y una un montón de recuerdos inolvidables.

Orlando ha muerto, pero vive en cada uno de nosotros. Es el símbolo de la idiosincrasia de Nicaragua, diferente a la de los europeos, pero en este caso sentimos de verdad todo lo que nos ha dado: la capacidad de ir adelante en cualquier situación, la capacidad de reír, no pasar un día sin reír.

Comer, tomar, reír, bailar, llorar, sin límites: eso ha sido la vida con Orlando. No vamos a hacer de él como un ángel ni como un diablo. Pero sí los compas suizos, todos y todas, somos testigos de su energía, optimismo y capacidad de reír y hacer reír a los demás. Con eso nos quedamos: ¡Orlando vive en cada uno de nosotros y nosotras!

Los compañeros/as siempre solidarios/as con Nicaragua

Ginebra, Suiza, 19 Junio 2020